El trabajo terapéutico en quietud

El cambio de paradigma en la medicina moderna pasaba de trabajar en consonancia con la naturaleza y las leyes naturales a tratar las enfermedades intentando modificarlas y controlarlas. No solo la medicina empezó a modificar la biología humana sino que de manera global, el ser humano no ha hecho más que ir en contra de las leyes naturales con el interés de dominarlas. Las consecuencias, todos sabemos, que son desastrosas.

Aquí se produciría un debate en el que habría opiniones contrastadas y en el que no voy a entrar. Solo unos apuntes personales que si me gustaría señalar:

 

No cabe duda que el avance de la medicina ha sido fundamental a lo largo de la historia y tenemos que estar muy agradecidos a la ciencia porque hoy en día se puede curar enfermedades y mejorar la salud en procesos que hace años causaban la muerte. Nuestra esperanza de vida ha aumentado considerablemente, y avances tecnológicos y procesos terapéuticos mejoran la calidad de vida de los seres humanos.

Tomamos pastillas que alivian nuestros síntomas, se realizan trasplantes, se colocan prótesis, cada día se avanza en el tratamiento de procesos cancerígenos…

No hay duda, que la medicina es absolutamente necesaria y tenemos que continuar con la investigación y fomentando una medicina basada en la SALUD, pero creo que la medicina avanza al son de la destrucción y la manipulación que el ser humano ejerce sobre la naturaleza, sobre la biología. Por tanto esto es un camino que no tiene fin.

Y a que viene todo esto. Como introducción al trabajo terapéutico basado en el potencial de la naturaleza y del cuerpo humano de sanación. Esa salud inherente que está en el cuerpo, que proviene de la mayor fuente de inteligencia que es la naturaleza. El trabajo terapéutico siguiendo las capacidades naturales del cuerpo del cliente tiene un poder enorme.

¿Y entonces porque no nos curamos solos de todas nuestras enfermedades?

No tengo respuesta, pero creo que en muchos casos, esta capacidad del cuerpo a sanarse se ve bloqueada, anulada o limitada por factores externos (ambientales, tóxicos, alimentación, ejercicio físico, trauma, ESTRÉS…) que ponen en jaque nuestro sistema.

Tenemos en nuestra mano estar en un estado de SALUD aunque a veces no todo depende de nosotros.

El trabajo craneosacral biodinámico no busca nada en particular, no tienen ningún objetivo en concreto, no va dirigido a ningún sitio en especial, pero si sabemos que es en ese estado de quietud donde se dan las máximas posibilidades para el cambio en el cliente. Es ese estado óptimo de profundidad, de movimiento, de silencio donde el cliente tiene plena conciencia de que algo está ocurriendo. Donde desde lo mas profundo de las células, emerge esa potencia capaz de llegar a todos los tejidos, órganos, sistemas y mas allá. Esa potencia es energía, es inteligencia natural con todos los ingredientes con los que fuimos concebidos. Ingredientes o información optima en cuanto a salud se refiere.

Somos energía, los procesos bioquímicos que se producen en nuestro cuerpo para mantenernos vivos consumen energía y la transforman, nuestros pensamientos producen energía. Bruce Lipton (E.E.U.U 1944), es doctor en Biología Celular y fue pionero en la investigación con células madre. Sus estudios sobre la membrana celular y las modificaciones de las células según el entorno sentaron las bases de la nueva epigenética. Estas investigaciones iban en contra de la comunidad científica, que opinaba que la vida es controlada por los genes.

Sus investigaciones demostraron que células idénticas podían transformarse en diferentes células especializadas dependiendo el entorno en el que se colocaran durante su crecimiento.

Si colocaban células sanas en un entorno nocivo, toxico, las células enfermaban y morían. En cambio si se colocaban células enfermas en un entorno sano, esas células sanaban.

Así ocurre si trasladamos esta idea a la totalidad del cuerpo y mente. Tendremos salud si nuestro entorno es saludable, si nuestros hábitos son saludables. Aunque no todo es así de fácil. Bruce Lipton sostiene que a pesar de tener un entorno saludable, si nuestra mente no lo interpreta así, se tornará en un estado nocivo. Por eso el estrés es ese agente tan irritante que modifica nuestro sistema y lo hace un medio hostil.

Ante situaciones placenteras, continuaba Bruce Lipton, nuestro cerebro segrega dopamina, oxitocina, etc. Lo puedo sentir en mi cuerpo, puedo sentir el amor, y esa química trae salud a las células. Por eso, quien se enamora se siente tan bien. Pero ante situaciones estresantes, de peligro, ante malas noticias, ante el bombardeo de información negativa, nuestro cuerpo segrega hormonas del estrés como adrenalina y cortisol. Ante esta situación, Bruce Lipton nos dice que ocurren dos cosas. Por una parte se corta el crecimiento celular y por otra se cierra todo lo que consume energía en nuestro cuerpo para poder disponer de toda ella en este estado de alerta y tensión. El sistema inmunitario consume gran cantidad de energía, y en este estado no es capaz de protegernos, de mantener nuestra salud. Es absolutamente vulnerable.

Bruce Lipton en su libro “Efecto Luna de Miel”: “Los átomos están compuestos por vórtices de energía. Eso significa que las moléculas, que están compuestas por átomos, son también vórtices de energía; y por último, los seres humanos, todos compuestos por billones de células, son… vórtices de energía. Es cierto que parece que somos entidades físicas, pero eso no es más que una ilusión, un truco de luz. ¡Todos somos energía!”

La astrónoma chilena María Teresa Ruiz dice: “El hidrógeno de las moléculas de agua en nuestro cuerpo se formó en el Big Bang, tiene trece mil setecientos millones de años de edad. Aunque parezca increíble, nosotros somos parte íntima de esta historia desde sus comienzos”. Esto nos confirma que somos una porción, un fractal, un brote del universo y la creación. Por lo tanto, cada uno de nosotros, tiene la misma capacidad creativa que la creación.

Entonces ¿tiene sentido pensar que cuando estamos en el trabajo craneosacral biodinámico con nuestros pacientes, estamos en conexión no solo con su cuerpo físico y su cuerpo fluido, sino también más allá en conexión energética y en conexión con la naturaleza y el universo?

Volviendo al estado optimo de quietud durante el trabajo, cabe decir que no es fácil llegar a ese estado. No siempre se logra, no en todas las sesiones y no todo el rato.

Una de las premisas más importantes es la presencia. Es ese estado por parte del terapeuta en el que se está por y para el cliente. Receptivo, sin objetivos, sin juicios y en escucha profunda y atenta a lo que pueda suceder. Ser testigo y acompañador del proceso.

Si las condiciones adecuadas se dan, se sentirá ese estado de quietud. Lo podrás sentir, tanto tú como terapeuta como tu cliente. Un estado de conexión, paz, de movimiento lento. Un estado que el cliente reconocerá como estado subconsciente o meditativo. Agradable, pacifico. De donde uno no quiere salir. Donde el sistema resuelve. Donde no hay que hacer nada porque el cuerpo del cliente tiene toda la información y sabiduría para volver al estado de salud original.

El cliente puede ser o no consciente de los cambios que se van produciendo en sus tejidos. Y si es así, es interesante compartirlos con el terapeuta para hacerlos conscientes.

Ya he hablado de la presencia, como una de las premisas en el trabajo craneosacral. Otro aspecto importante es crear un campo relacional seguro. Ese espacio de contacto entre el cliente y terapeuta, suficientemente cercano para dar seguridad y confianza y suficientemente distante para ser respetuoso y no invasivo. Ese espacio que necesita el cliente para sentirse escuchado. Es una relación de empatía, donde se sintoniza con el cliente, donde se produce una resonancia. Aceptación incondicional.

El contacto es sutil. Tras el tiempo necesario de atenta escucha, surgirá ese movimiento lento y rítmico del mecanismo craneosacro que proviene de lo más profundo. De ese liquido cefalorraquídeo del que surge la potencia o como le llamamos, “Aliento de vida”. Una fuerza que es capaz de penetrar en todas y cada uno de los tejidos del cuerpo. Inteligente y sanadora.

Podemos percibirlo de varias formas, pero habitualmente sentimos como olas o mareas que recorren el cuerpo del cliente y más allá.

Esa potencia sanadora tiene la información de salud innata, capaz de llegar allí donde se necesita, capaz de resolver nudos y atrapamientos fasciales que la memoria de los tejidos almacena, quistes energéticos estancados durante años, alteraciones en el sincronismo y vigor del mecanismo craneosacro, fundamental para el mantenimiento optimo de las funciones corporales. Es capaz de eliminar tensiones intracraneales en el bebe y en el adulto, disminuir los niveles de estrés y mejorar la irrigación de órganos y tejidos para un correcto funcionamiento. Es capaz de equilibrar nuestro sistema autónomo, gran regulador de las funciones bioquímicas y el gran sufridor de esta pandemia del siglo XXI que es el ESTRÉS.

Cada vez somos más conocedores de los efectos del estrés permanente. La activación constante de nuestro sistema simpático, con las respuestas endocrinas, provocan una respuesta inflamatoria constante. La acidificación de nuestro pH altera nuestro metabolismo y nuestro sistema inmune. Destruye nuestra flora intestinal, nuestro segundo cerebro y gran productor de serotonina, neurotransmisor con gran importancia en nuestra salud mental, en nuestro estado de ánimo y en nuestra felicidad y serenidad.

Todo esto es motivo suficiente para rendirnos ante esta oportunidad de cambio que nos brinda el cuerpo mediante la terapia craneosacral biodinámica.

Solo a través de la quietud, desde la profundidad, de la calma y de la confianza, sin objetivo manipulador. Solo dejando hacer, solo con ese contacto compasivo que brinda el terapeuta, conocedor de la anatomía y reconocedor experimentado de los procesos de cambio que ocurren en el cliente, pueden darse los cambios necesarios que la salud intrínseca necesita en cada sesión.

La figura de Lao-Tse es conocida como filósofo chino fundador del Taoísmo. Otras corrientes dudan de la existencia de este personaje y creen que fue una amalgama de diferentes filósofos, pero nos dejaron una serie de reflexiones llenas de sabiduría que a mí me sirven no solo para la terapia sino para la vida en general. Aquí dejo algunas:

  • Para penetrar la armadura más dura usamos el tacto más suave.
  • Ceder funde la resistencia.
  • La densidad se llena con la luz.
  • El buen trabajo se consigue sin esfuerzo.
  • En silencio, se escuchan las enseñanzas.
  • En la quietud, el mundo se transforma.

Raúl González col.585

foto: pixabay-osteoss

 

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